Dracma
La dracma es una de las monedas más famosas e históricamente significativas de la Antigüedad y desempeña un papel fundamental en la numismática. Introducida originalmente en la antigua Grecia, la dracma se convirtió rápidamente en una de las monedas comerciales más importantes del mundo griego. Su nombre deriva de la palabra griega «drássomai», que significa «un puñado», en alusión a su valor original de seis óbolos, que cabían en una mano. Ya en el siglo VI a. C., las dracmas se acuñaban como monedas de plata y se utilizaban tanto para el comercio nacional como internacional.
Son especialmente conocidas las dracmas áticas, que se acuñaban según el patrón monetario ateniense y eran ampliamente aceptadas en todo el mundo mediterráneo debido a su alta pureza y su peso estable de aproximadamente 4,3 gramos. El anverso de la dracma ática solía

representar el retrato de la diosa Atenea, mientras que el reverso mostraba el búho, símbolo de la sabiduría y de la ciudad-estado de Atenas. Estos motivos hicieron de la dracma no solo un medio de pago, sino también un símbolo de identidad cultural y poder político.
Con la expansión del helenismo bajo Alejandro Magno, la dracma se extendió ampliamente por Egipto, Persia y la India. La dracma siguió utilizándose entre los diádocos y, más tarde, en el Imperio romano, a menudo con variaciones locales en cuanto a peso y diseño. Esto dio lugar a numerosas acuñaciones regionales, que hoy en día ofrecen una imagen diversa de la acuñación antigua. En muchas regiones de Asia, la dracma se utilizó como modelo para sus propios sistemas de acuñación durante siglos, lo que subraya su influencia en la historia monetaria mundial.
En numismática, la dracma se considera un objeto de estudio fundamental. Permite extraer conclusiones no solo sobre las condiciones económicas, sino también sobre la evolución artística, las relaciones de poder político y las relaciones comerciales en la Antigüedad. La diversidad estilística de las dracmas antiguas, desde simples dibujos lineales hasta retratos magistralmente elaborados, las convierte en objetos de colección muy codiciados y en objeto de investigación.
Hasta la época moderna, el término «dracma» se utilizaba en diversos ámbitos culturales para designar unidades monetarias, por ejemplo, en la Grecia moderna hasta la introducción del euro. La dracma sigue siendo, por tanto, un símbolo vivo de la larga historia del dinero, profundamente arraigada en la memoria cultural europea y firmemente anclada en el discurso numismático.